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Es un cerrar los ojos y jurar no abrirlos. En
tanto afuera se alimenten de relojes y de flores
nacidas de la astucia. Pero con los ojos cerrados
y un sufrimiento en verdad demasiado grande
pulsamos los espejos hasta que las palabras
olvidadas suenan mágicamente.

En Árbol de Diana, Buenos Aires, Sur, 1962.

Fotografía: Leda, de Claudia Boehm.

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