Escrito sobre la marcha
Sigo escribiendo del adiós y no me despido; bebo la sangre vieja del recuerdo y sé que no leerás mi propia sangre que ya navega por los mares que van a dar a otros mares, que no son los del morir, que no son mares, sino palabras adentro de un espejo.
No me leerás porque no bastan tus ojos marrones y verdes ni el olor después de la lluvia, ni los gritos destemplados de algún loco. No basta mi deseo cada vez más nube y menos miel, soplado por el buen viento de la desidia.
Y ya no importa: seré yo quien lea, lector impasible, la metáfora de la risa.
Después caminarás sin miedo a que mis palabras te abran el corazón como piedras afiladas.